Taller de Arte al aire libre proveído por Aspen Art Museum en colaboración con Defiende Nuestra Tierra. Foto por Tessa Lagunas.

Hace apenas unos días, me tope con dos situaciones similares pero muy distintas. Eran dos clases de arte en las cuales intentábamos integrar la naturaleza y el arte. Una de esas clases era para adultos y la otra para niños de cuatro a cinco años.

Les habíamos pedido a los adultos que usaran su creatividad para crear fotografías únicas que representaran su identidad en la naturaleza. Una de ellas hizo una mueca y dijo, “Yo soy la persona menos creativa del mundo”. Y así, prosiguió a tomar fotos de su alrededor. En contraste, a los niños se les pidió que crearan jardines mágicos para hadas debajo de un árbol. Sin más instrucciones o duda alguna, se pusieron a trabajar como todos unos profesionales. Los observe creando pequeños jardines utilizando materiales orgánicos a su disposición. Encontraban pequeñas ramas y piñas y estos se convertían en árboles gigantes, crearon huertas y sembraron “semillas”.

Así que, ¿de donde proviene la creatividad y cómo es que la perdemos? Elizabeth Gilbert es una autora y su libro más popular es “Come, Reza, Ama”. Después del gran éxito de este libro, Gilbert escribió otro libro titulado, “Libera tu magia: Una vida creativa más allá del miedo”.

Este libro habla sobre el origen de la creatividad y como el miedo nos impide expresarnos. De acuerdo a la mitología griega, la creatividad es producto de un pequeño genio. Este genio a veces tiene muy buenas ideas y otras veces no muy buenas. Esta forma de pensar nos quita el ego que muy frecuentemente se relaciona con la creación. Si creas algo magnifico, no es porque tu seas magnifico, tu genio lo es. Tú solamente eres el vehículo por el cual esta idea se pudo manifestar. Similarmente, si creas algo con un resultado fatal, no es tu culpa, es la culpa de tu genio.

Los niños parecen entender este concepto muy bien, para ellos todo es un juego. Por lo tanto, el miedo de fracasar o de ser juzgado aún no existe. Cuando se trata de la creatividad, el ego y su temor a fracasar es lo que nos impide ver la multitud de oportunidades que la creatividad puede proveer. El ego es identidad. Se apega a ciertos aspectos de nuestra personalidad y dicta lo que somos y no somos. Tu ego no quiere relacionarse con algo que tenga un resultado no favorable, le gusta ser aplaudido así que te alertará con emociones de miedo e inseguridad para detenerte cuando decidas arriesgarte.

La creatividad es un riesgo. Gilbert escribe sobre estos riesgos y las recompensas. No importa en qué sentido o materia expresas tu creatividad, la creatividad es creación y como consecuencia tendrá sus dificultades y su proceso de aprendizaje. El perfeccionismo en combinación con el miedo nos paraliza y nos resulta más fácil dejarle el trabajo a quien parece destacarse mejor que nosotros. La verdad es que no es solo el miedo o el ego quien mata nuestra creatividad, nosotros mismos somos nuestros peores jueces. Nuestras expectativas son imposibles de alcanzar.

Así que ¿cómo solucionamos esto? “Alabemos las casas torcidas”, este es el título de un pequeño capítulo en el cual Gilbert habla sobre la importancia de terminar los proyectos aun cuando no sean lo que esperábamos. Tal vez los cimientos de nuestra casa no sean perfectos pero el proceso de aprendizaje es invaluable. Imagina que la creatividad es un músculo que se necesita ejercitar. Entre más uso le des, más fuerte será. Para el no artista, te reto a que te arriesgues a crear e imaginar cómo lo hiciste cuando eras pequeño. No importa si el producto final no es una obra maestra, al fin y al cabo, tú no eres el que genera las ideas. Permítele a tu genio jugar a través de tu cuerpo, tal vez te sorprenda.